Muchos perros pequeños, como los pomeranias, no reciben la educación adecuada para integrarse en su entorno. Esto se debe en buena medida a la facilidad para manejarles físicamente, que permite que algunos problemas no sea tales para las personas con quienes conviven, como tirar de la correa durante los paseos ¡ni se nota!, otros, como la mala relación con perros o personas o el miedo, pueden solventarse simplemente tomando al perro en brazos.
Pero esto es un error, al manejar al perro como a un muñeco quizá evitemos nuestros problemas, pero ni mucho menos los suyos: más bien estaremos aumentándolos al no darles opción a un afrontamiento voluntario y a la toma de decisiones al respecto: el perro que tira de la correa no nos molestará, pero va generando excitación y acumulando estrés, le es imposible disfrutar de la parte de su paseo que trascurre atado, sino que más bien la sufre. El perro pequeño que ladra a otros o se asusta y es cogido en brazos empeorará sus capacidades de gestión relacional y/o emocional, volviendo cada día un poco más difícil tener amigos caninos o haciéndole sentir que el mundo es un lugar menos seguro tras cada paseo.
En realidad, los perros pequeños, máxime los muy activos como los pomeranias, están entre los que más necesitan de educación, pues tienen que moverse en un mundo de gigantes (tanto las personas como la mayoría de los otros perros lo son para ellos) y es precisamente la competencia relacional que logra la educación lo que les llevará a afrontar estas relaciones desiguales sin dejarse llevar por los nervios, lo que les permitirá entender y hacerse entender por los otros. Imaginémonos tratando con King-Kong sin saber cómo: la inseguridad física y emocional nos invadirían, preferiríamos salir pitando. Piensa en salir todos los días al país de los gigantes de Gulliver, Brodingnag, vivir entre cientos de ellos, y no tener recursos para hacerte entender. Y luego quéjate de que son nerviosos o ladradores o remisos, si te atreves.
Además el entorno objetual que habitan está diseñado para nosotros, algo difícil para todos los perros, pero en particular para los de menor tamaño. Enseñarles cómo transitar, actuar y gestionar los lugares donde se desarrollará su vida es un seguro para una emocionalidad positiva y saludable, para que sientan que comprenden el mundo –el que hemos decidido que será su mundo- y conocen las normas para afrontarlo con seguridad.
Los perros pequeños, quizá más que ningún otro, necesitan ser provistos de educación para ser felices, para estar tranquilos y cómodos, privarles de ella porque son “manejables” es una triste objetualización, una forma de igualarles a muñecos movidos por resortes, en lugar de tratarles como a compañeros respetables que piensan y nos quieren.
Los pomeranias son alegres, extrovertidos y sociables, que sigan siéndolo toda su vida puede depender de ofrecerles la educación que se lo permita.
Carlos Alfonso López, EDUCAN.